jueves, 23 de agosto de 2012

De Caminos Cruzados...


Hace un par de años se cruzaron nuestras veredas. No sé como es que funciona eso del destino o si existe, pero allí estábamos y no hicimos más que tomarnos de la mano  y caminar juntos. A través de grandes montañas, las nevadas que soportamos, los otoños que disfrutamos y los días soleados en los que tomábamos helado. 

Hoy es sólo un recuerdo. 


domingo, 19 de agosto de 2012

La crisis en medio de la crisis (III)


El sonido que provocaban los dientes pútridos desgarrando y masticando la carne de nuestro amigo era tan desesperante que tuvimos que taparnos los oídos durante un buen rato. Seguíamos allí, encima del bus porque no pude mover a Lily, que se perdió en la preocupación; tenía la mirada perdida y abrazaba sus piernas, dejando caer su pelo sobre las rodillas. Estuvo así durante buen rato, hasta que levantó su cara y me vió con esos ojos de “¿Y ahora qué hacemos?” para los que no tenía respuesta alguna. Admito que el cerebro de nuestra misión era Javier. Me acobardé, es cierto. Tuve miedo. Ahora tenía que tomar las riendas de la situación y moldearlas a mi manera, o morir intentándolo (literalmente). El recuento de daños no prometía nada bueno; perdimos la escopeta que estaba a nuestro alcance pero sin munición y la única arma que teníamos ahora era el bate de aluminio. Por el sonido de los disparos los no-muertos  se amotinaron por cualquier dirección que pudiéramos tomar. De hecho, cabe mencionar que los que no estaban ocupados arpando las vísceras de Javier, estaban esperando por que uno de nosotros (o los dos, mejor dicho) cayera al suelo para jugar un poco.
-Debemos irnos, Lily.

Pero seguía sumida en un trance del que no podía salir. Ví un par de lágrimas brotar de sus ojos y humedecer sus jeans. No conocía mucho de su historia juntos, no sé si tenían algo si sentían algo el uno hacia el otro. Sólo sé que se conocieron en la universidad, estudiaban la misma carrera y cuando la gente se empezó a volver loca, estaban juntos. Supongo entonces que pasar la unos meses juntos en medio de esta locura te vincula más a alguien que pasar diez años junto a alguien que amás. No lo sé, y prefiero no saber exactamente cómo se siente ella.

-Lily… si no nos vam…
-Sólo dame un minuto más, ¿sí?
-Bueno.

Mientras se levantaba me dio tiempo a observar el edificio al que el bus le había destrozado la entrada.
-¿Entonces?- Me preguntó, mientras vaciaba la mochila de Javier.
-Mira allá- Le respondí.- Podemos trepar ese muro y saltarnos la horda que nos rodea.
No contestó. Sólo se puso al hombro la mochila y esperó a que yo empezara a caminar. No fue muy difícil; pudimos llegar al techo del edificio (que sólo era de una planta) y caminamos a través de los techos hasta llegar a la esquina, donde el panorama seguía siendo aterrador, pero no peligroso: automóviles destruidos, vidrios rotos, sangre en cada rincón, muertos y no-muertos regados, líquido negro, como ese que desprendían los engendros cada vez que les golpéabamos; y con la luz de la luna aún alumbrando el camino, sólo pudimos notar a una decena o docena de ellos por ahí, vagando en su eterno sonambulismo. Esto nos facilitó en gran manera el recorrido hacia nuestro destino. En cuestión de otros quince minutos varados en el sepulcral silencio del que sólo la luna era testigo, pudimos llegar al centro comercial. Era justo como imaginamos que estaría: un par de tiendas saqueadas, otras intactas y los accesos con los candados rotos que recordaban el inicio de todo esto; cuando la gente creía que todo lo material tenía valor, cuando el dinero todavía movía el mundo. Ahora todo eso ya no existía, lo único que movía el mundo era la voluntad de sobrevivir y movía sólo tu mundo, no el de nadie más. Y es por eso que Lily seguía callada, sin dirigirme la palabra quizás estuviera haciendo esto ya sólo por orgullo, quién sabe.
Afortunadamente, no encontramos muchos engendros en los pasillos, antes de llegar al supermercado. ¿Mencioné que estaba oscuro? Porque parecía que estábamos entrando al trasero del mismísimo demonio. Hasta entonces encendí la linterna y fue cuando iluminé la realidad; el supermercado había sido saqueado también. Sí, bueno. Un poco obvio,  ahora que lo pienso. Pero en realidad no esperaba que en realidad hubiera nada. Lo único que quedaba dentro del supermercado eran cosas inútiles para nosotros: productos de limpieza, verduras y frutas con más de un mes en descomposición y artículos que funcionaban con electricidad, aunque lo único que encontramos útil fueron un par de linternas y pilas.
-Esto es realmente genial.- Habló por fin Lily.
-Tranquila, debe quedar algo que podamos llevarnos, o al menos que podamos usar –

Nos quedamos parados en el pasillo principal alumbrando a todas la direcciones. Nada prometedor, un poco de sangre por aquí, artículos inútiles por allá… empezaba a creer que nos habíamos arriesgado por nada, que Javier había muerto por nada. Que abandonamos el refugio por nada.
-Hey, mirá. –Lily apuntó con su linterna hacia una puerta al fondo.
-¿Qué es?
-La puerta está intacta. Todavía tiene el candado, es la entrada a las bodegas del supermercado.
-Dios, es cierto. Eso sólo puede significar que…
-Exacto.
-¡Ah! Eres una genio.
Si la puerta estaba intacta, sólo podía significar que ninguno de los saqueadores había entrado a la bodega;  por lo que dedujimos que todo, absolutamente todo lo que necesitaríamos estaría allí. El problema ahora sería romper el candado o la cadena a la que estaba atado. No pudimos abrirla. Así que se nos ocurrió arrancar los mangos de la puerta, si no pudimos romper el candado.

-Todo parece muy tranquilo.
-Si la cerraron antes que todo el mundo enloqueciera, lo más seguro es que no haya nadie aquí –Comenté.
-¿Tienes el bate? Debemos estar alerta, por cualquier cosa.
-Sí.

De nuevo un silencio de ultratumba. Sólo podía escuchar a un par de ratas corriendo, escabulléndose entre las cajas. Alumbré sobre una de las cajas y me pareció ver a una rata del tamaño de un gato. Menuda estupidez. Tal como pensamos: todo estaba intacto (a excepción de lo que las ratas habían devorado ya). No perdimos el tiempo y buscamos lo que necesitábamos. Comida enlatada, algunos cereales, alcohol, vendas, aspirinas, llenamos las mochilas cuanto pudimos.
En cuanto conseguimos lo que llegamos a traer, nos pusimos en marcha de vuelta al refugio. Fue entonces, cuando nos estábamos preparando para salir y regresar al refugio, que el suelo se empezó a sacudir.

-Fregar, es sólo un temblor.
Pero no fue sólo un temblor. A medida que los segundos pasaban, se hacía más fuerte, en medio de la oscuridad de la bodega, del supermercado, nos seguía sacudiendo, manteniéndonos perplejos en medio de aquella bodega. No podíamos escapar a ningún lado.
-¡maldición,  qué demon…! ¡No ahora!
Fue lo último que escuché decir a Lily. Justo después de eso, una caja con sólo Dios sabe que cosas me golpeó en la cabeza e hizo que me desplomara sobre el suelo, inconsciente.




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