domingo, 29 de julio de 2012

La crisis en medio de la crisis (II)

La noche nos bañaba de luna mientras la brisa maloliente y húmeda nos recordaba la situación (como si pudiéramos olvidarla). Por la posición de la luna en el cielo, la noche rondaba las 7 u 8 de la noche, mientras el coro de gemidos guturales y el ruido de extremidades arrastrándose por el suelo invadían nuestros oídos. Me acerqué a la orilla de la terraza y a decir verdad, no habían tantos demonios esperando por nosotros allá abajo. Mientras la luna nos servía como una linterna con las baterías a punto de agotarse, agradecía que al menos hubiera luna, de lo contrario tendríamos que bajar sin saber a qué nos enfrentábamos. Un apretón de entrañas hizo que dejara de pensar si funcionaría o no, así que para ignorar un poco más el hambre, me puse en movimiento.
-¿Nos vamos?- Pregunté a Lily, que obedeciendo a un tick nervioso, golpeaba el bate contra la terraza- Si queremos estar aquí antes del amanecer deberíamos movernos ya.
-¿A dónde vamos?- Mencionó, aunque estoy seguro que ya sabía la respuesta.
-No lo sé, podríamos pensarlo en el camino.
-Vaya genio- Respondió Javier mientras subía a reunirse con nosotros.

Tomamos las mochilas que habíamos sacado de una tienda que estaba frente al edificio donde nos refugiábamos y que apenas llevaban un par de barras de granola, una botella de agua para cada uno y sólo llevábamos una linterna (que para ajuste de cuentas a las baterías no les quedaba mucha energía). Si hablamos de armas, no llevábamos un arsenal. Apenas un bate de aluminio que Lily traía desde siempre, la escopeta Maverick 12 modelo 88 que la otra vez mencioné que había recogido en la calle; estaba en el suelo a la par de quien supongo era el dueño, por la ropa que llevaba, estoy casi seguro que pertenecía a alguna empresa de seguridad privada. Ahora que lo recuerdo, no fue nada agradable ver el cuerpo del pobre diablo: le faltaba un brazo y la cabeza la tenía hecha puré. Talvez lo confundieron con una de esas cosas. También recuerdo que tuve que taparme boca y nariz para recoger el cinturón con cartuchos porque el olor era simplemente insoportable. Al principio no sabía que hacer con ella, porque en mi vida había tomado un arma de fuego, y menos había disparado una. Al final creo que los juegos de video hicieron su trabajo en mi subconsciente y, luego de casi tres o cuatro días, descubrí la manera de cargarla y dispararla. No hace falta mencionar que casi me vuelo la cabeza en el intento de hacerla funcionar. Había gastado, desde el día que la encontré (que fue el mismo día que llegué al edificio de los cines) unos diez cartuchos de dieciséis que había encontrado junto al cuerpo (incluyendo los que estaban en la recámara), lo que me dejaba sólo seis disparos. Por eso intentaríamos no llamar la atención de los engendros allá afuera, para no tener que usar el arma y cometer el error de atraer a más de esas cosas.
La caminata nocturna iba mejor de lo que esperaba; debido a que salimos por la quinta avenida, y no por la sexta, nos dio cierta ventaja porque de ese lado no habían tantos engendros. Era casi como cuando todo era normal: La sexta avenida exageradamente concurrida y las avenidas siguientes con pocas almas caminando por ellas. Usábamos los carros para ocultarnos de los grupos y cuando encontrábamos a uno de ellos vagando solo, usábamos el bate para quitarlo del camino.
-¡crack! – El sonido sordo de el bate rompiendo el cráneo de esas cosas no dejaba de ser desagradable. No encendíamos la linterna para llamar la atención y nos movíamos lo más rápido y sigilosos que podíamos. Nos abríamos paso entre esas cosas, dirigiéndonos (había sido idea de Lily) hacia el centro comercial de la zona cuatro. Allí había uno o dos supermercados y con un poco de suerte podríamos conseguir algo.
-¡Crack!- Mientras el cuerpo muerto (por segunda vez) se desplomaba en el suelo, seguíamos corriendo; a través del parque concordia, una o dos cuadras más y llegaríamos a plaza el amate. No nos detendríamos allí,  porque no había nada que pudiéramos tomar. Además el sitio estaba cerrado con no-sabíamos-cuantas de esas cosas allí adentro. Muy poco que ganar y nuestras vidas por perder.

-¡Crack! ¡Crack! Dos cuerpos más al suelo, mientras derramaban  jugo negro y pestilente sobre el asfalto. Fueron los últimos que estaban el calle.  Luego como de veinte minutos, llegamos por fin a la desembocadura de la avenida a la dieciocho calle, donde las cosas no parecían prometedoras.
Los restos de un bus articulado atravesaba la quinta avenida, obstruyendo el camino y la vista. Pudimos pasar sobre él, sí, pero había una manada de ellos vagando por ahí, arrastrando los pies, con la vista hacia nada y tambaleándose de un lado a otro, dejando un rastro de sangre coagulada por el camino. Un cuadro digno de un relato Romeriano. Ocultos detrás de la esquina de la calle, pudimos observar nuestras posibilidades:
-Oh, demonios.- Fue lo único que alcancé a decir.
-¡Sshh! Tranquilos- Me interrumpió Lily.- Podemos dividirnos para ver cuál camino nos queda mejor.
-¿En serio, quieres hacer eso?
-No es como que tengamos muchas opciones.
-Déjenme ir a la izquierda. Parece vacío – Se incorporó Javier  a la conversación – Incluso pueden quedarse aquí. Será rápido, voy, miro, vengo y nos vamos.
-¿‘Puedes hacerlo tan fácil como suena?
-¡Ya shó! ¡Yo no te veo con otra idea!

Debo admitirlo, él tenía razón. No hice más preguntas estúpidas, y en vez de eso le entregué la Maverick. Le dí un mini-tutorial (Casi como un “uso de armas para dummies”) de cómo usar la escopeta y pareció haberme entendido, así que me dejó el bate de aluminio y corrió hacia la sexta avenida. Le vimos desaparecer al cortar la esquina, mientras esquivaba los autos abandonados y al mismo tiempo los usaba como escondite.

De este lado de la calle sólo lográbamos escuchar el ruido que hacía mientras saltaba sobre plácas metálicas (techos de carros, seguramente). Apenas habían pasado unos quince minutos, que habían parecido una hora, cuando escuchamos el disparo, que venía de la dirección que Javier había tomado.
Todo parecía normal, hasta que vimos la escopeta volar y luego caer en el aire y seguido de eso, también vimos a Javier caer al suelo y una manada de muertos detrás de él y quién sabe desde dónde venía corriendo. Corrió de nuevo hasta donde estaba el arma y en el momento que la tomó dejó escapar otro tiro contra la manada. Uno o dos cuerpos se fueron al suelo, y los que se vieron alcanzados por los restos expansivos del cartucho, parecía no haberles hecho ni cosquillas.

-¡Demonios! -  Sentí el pellizco de Lily sobre mi hombro, mientras señalaba hacia el bus que bloqueaba la calle - ¡Van hacia él!

En efecto, atraídos por el ruido del disparo, la muchedumbre que vigilaba el bus articulado empezaron a caminar (¿O correr?) hacia donde estaba Javier.

-No, no, no, no, esto va mal. ¡Lo están rodeando, haz algo! –Me decía Lily mientras hundía sus uñas en mi brazo.
Lo único que podía hacer era improvisar, no podía pensar en un plan, así que le dije a Lily lo primero que apareció en mi mente:
-Iré detrás de ellos. Te ayudaré a subir al bus y cuando estés allí quiero que hagas tanto ruido como puedas para atraerlos. Sacaré a Javier de allí y luego pensaremos en algo.
-Bueno.
Otro disparó derribó otro par de engendros mientras ayudaba a Lily a treparse por el bus. En cuanto estuvo arriba, empezó a saltar sobre éste, gritando tan fuerte como podía para llamar la atención de los muertos.

-¡AQUÍ, AARRRGGGHH JODIDOS MUERTOS! – Nunca había oído a Lily gritar tanto. -¡AAAAAH, AAAAAH! –Mientras somataba las láminas del bus.
Entre tanto varios muertos volteaban a donde se producía el nuevo sonido. Justo cuando, con el bate, hacía volar la materia gris de algunos. Un disparo más, el bullicio de Lily, el sonido seco del bate destrozando cráneos, pero por cada uno que eliminábamos parecían salir dos y aún estaba muy lejos de Javier, que con cada segundo, se perdía entre el mar de muertos vivientes.
No lograba hacer mucho sólo con el bate, quitaba del camino a uno, y escuchaba gritar a Javier desde el centro de la masa podrida que se acercaba más a él.
-¡JAVIER, TENÉS QUE ENCONTRAR ALGÚN HUECO Y ESCAPAR!

Otro disparo. Con este serían cuatro y la escopeta sólo tenía seis; si él no hacía algo se lo comerían vivo. Pareció que no me escuchaba y los muertos habían dado por ignorar a Lily.

-¡JAVIER!- Una vez más sin respuesta. Los gemidos y gruñidos de los depredadores se itensificaban.
-¡Bang! –Un quinto disparo iluminó el área donde estaba. Fue entonces que pudimos escucharle, un grito de dolor que superó los gemidos de los muertos. Eso fue lo último que escuchamos de Javier y luego de eso, les escuchamos masticar desenfrenadamente.






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